El conflicto se inició tras el descubrimiento en 1886 de ricos yacimientos de oro y diamantes en los territorios bóers.
En 1902, por el Tratado de Vereeniging se puso fin a las hostilidades y los bóers quedaron bajo el dominio del Imperio Británico, aunque conservando una amplia autonomía en las provincias de Orange y Transvaal.

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